domingo, 19 de julio de 2009

el comienzo de los atarbanes


Para 1997 había conseguido algo de experiencia y mejores equipos, aunque todo era muy sencillo comparado con mi estudio actual. Paralelo a mi trabajo estaba desarrollando varias canciones, algunas escritas desde 1993. Las nuevas
posibilidades que brindaba el software eran increíbles, seguía secuenciando en el cakewalk aprentice, y grabando en el portastudio tascam.

Durante un par de años había intentado formar un grupo, hubo algunos avances, pero al final se
disolvió, no es buena idea acostarse con la vocalista (aunque por dios que valió la pena). Sin embargo en ese proceso del grupo también había conseguido algunos amigos, y comenzé a trabajar con ellos. Luego conocí al moscardón diesel y mas tarde al negro burgundy.

Gracias a un querido amigo pasamos de grabar en el cassette de la tascam a cinta de 1/4 en una fostex de ocho canales. Produjimos doce canciones que aún conservo, sin embargo no tenian letra, eran sólo música. Pasaría un buen tiempo antes de que apareciera el moscardón diesel con sus textos y su voz.


sábado, 4 de julio de 2009

el primer trabajo

Para darme a conocer y así poder conseguir trabajo, decidí arriesgarme a componer la banda sonora de un par de trabajos finales en la universidad. Seguía trabajando con el PSR 500 que le había "robado" a mi padre y grababa los finales en cassette. Aprendí a secuenciar por patrones, a alterar los ritmos pre-programados del teclado, y me divertía de lo lindo.

Gracias a estos trabajos una amiga me contactó con una productora en una programadora de televisión universitaria, que estaba buscando un sonidista. Yo tomé el riesgo aunque no tenía ninguna experiencia en el campo. La productora lo notó y en lugar de ofrecerme el cargo de sonidista, me ofreció el de musicalizador. En ese entonces, 1994, el musicalizador no componía, tan sólo se dedicaba a buscar en discos, la música que mejor le viniera al programa en cuestión.

El trabajo no fue fácil, ya que mi pequeña colección de vinilos de rock y pop no daba para todo. Semana tras semana llegaba al estudio de postproduccion, donde editaban el programa, con una montaña de discos y cassettes que yo creía podían satisfacer la secuencia propuesta, había cuatro personas además de mi, incluido el director, lógicamente, así que tuve que superar mi timidez.

Unos tres meses después, el director del programa me propuso que compusiera una secuencia de treinta segundos, tan sólo para ensayar. (Ahora pienso en la posibilidad de que mis dotes de musicalizador no eran suficientes y me estaban dando una segunda oportunidad). Me fui a casa entusiasmado y asustado ante el encargo. Tardé unas doce horas en hacer los treinta segundos de música, le di muchas vueltas y la entregué.

Todo salío bien, al director le gustó y un par de meses después me contrataban como compositor de la programadora. Semanalmente componía la música de dos series educativas y culturales, lo que significaba producir unos quince minutos cada ocho días. Ese fue laboratorio donde di mis primeros pasos en composición y producción de música para la imagen. Conservé el trabajo por cinco años, en los que pude comprar mejores equipos, hacer toda clase de ensayos y también equivocarme. En fin, ese fue un lugar importante para mi formación.